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Capítulo 2: La infancia de Liora

  En el peque?o pueblo de Hollow Creek, el atardecer ba?a todo con un brillo dorado y cálido. La brisa juguetea entre los árboles, y el sonido de las hojas crujientes bajo mis pies es un recordatorio constante de la conexión que existe entre la vida y la naturaleza.

  Mi peque?a hija, una ni?a de cinco a?os con ojos celestes llenos de curiosidad, corretea por el bosque cercano cada vez que puede. Allí, baila entre las hojas caídas, habla con las ardillas y observa las estrellas desde los claros. Siempre me pregunta qué secretos guardan aquellos peque?os puntos de luz que tanto la fascinan.

  Esta tarde, Liora regresa al jardín trasero de la casa. Se sienta sobre una piedra lisa y contempla el horizonte, sumida en sus pensamientos. Sus manos juegan con una hoja seca, y sus ojos reflejan una mezcla de inocencia y melancolía.

  —Mamá, ?por qué las estrellas son tan brillantes? ?Crees que alguien viva allí? —pregunta mientras riego las plantas.

  Me detengo un momento, dejando caer unas gotas de agua sobre la tierra. La pregunta de Liora, aunque sencilla, siempre tiene un matiz de anhelo que me deja reflexionando. Me acerco a ella con una sonrisa cálida.

  —Tal vez sí, peque?a. Las estrellas guardan muchos secretos. De hecho, hay una leyenda muy antigua sobre ellas. ?Quieres escucharla? —río suavemente.

  Liora deja caer la hoja y corre hacia mí, con los ojos brillando de emoción.

  —?Sí! Cuéntamela, mamá.

  Tomo a mi hija en brazos y la llevo a su habitación. Al llegar, enciendo una lámpara de noche que proyecta peque?as estrellas en el techo, creando el ambiente perfecto para el relato.

  —Hace mucho tiempo, en lo más alto del cielo, existe un reino llamado Celestia. Es un lugar lleno de luz, habitado por ángeles y criaturas mágicas. Este reino, mi amor, es el centro de todo equilibrio en el universo —le digo, acurrucándola en la cama.

  Los ojos de Liora brillan con admiración mientras escucha con atención.

  —Celestia fue creado al inicio de los tiempos por los Primordiales de la Luz, seres eternos que canalizaron su poder en el Trono Dorado, una fuente de energía capaz de mantener la armonía en todo el multiverso. Durante siglos, los ángeles reinaron allí, velando por la paz entre las razas mágicas: hadas, gigantes, sirenas, vampiros… cualquier criatura que puedas imaginar.

  —?Incluso unicornios? —me interrumpe, emocionada.

  —Incluso unicornios, mi peque?a. Pero como en toda historia, también hay oscuridad. Una vez, el hermano del primer rey de Celestia, llamado Luztherion, sucumbió a la tentación de las sombras. No quería proteger el Trono; quería controlarlo —le cuento, observando cómo su rostro cambia a sorpresa.

  —Luztherion robó un fragmento de la luz dorada del Trono y la mezcló con oscuridad pura, creando un objeto terrible llamado ‘El Corazón Sombrío’. Con este artefacto, buscó doblegar a todas las razas y someterlas bajo su poder.

  —?Y qué pasó? ?Lo detuvieron los ángeles? —pregunta, inclinándose hacia adelante.

  —Cuando Luztherion intentó reclamar el Trono Dorado, este lo rechazó. La luz pura del Trono lo atravesó, dividiendo su alma en dos: una mitad de luz que desapareció para siempre y una sombra que quedó atrapada en el Corazón Sombrío. Antes de desaparecer, Luztherion lanzó una profecía… —me acerco a ella, como si compartiera un secreto importante—: ‘Solo un alma nacida de la luz y las sombras podrá restaurar el equilibrio, pero su sacrificio abrirá el camino hacia una nueva era… o la destrucción eterna de Celestia’.

  —?Y qué pasó con el Corazón Sombrío? —pregunta, recostándose en la almohada, como si intentara procesar la historia.

  —Desapareció. Nadie sabe dónde está. Pero algunos dicen que sigue esperando… esperando a esa alma especial —le digo, acariciando su delicado cabello.

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  Su rostro se relaja mientras sus párpados comienzan a cerrarse. Aunque parece dormida, su peque?a mano toma la mía con fuerza, buscando consuelo.

  Beso su frente suavemente y sonrío con dulzura, observando cómo se sume en el sue?o.

  —Mi peque?a… te protegeremos, pase lo que pase —susurro antes de salir de la habitación.

  …

  Siempre he estado confundida, como si este presente estuviera marcado por algo que aún no comprendo.

  En algún rincón oscuro del mundo, siento que una sombra me observa, esperando pacientemente el momento adecuado.

  Las estrellas brillan más fuerte esta noche, como si intentaran decirme algo que todavía no alcanzo a entender.

  Duermo profundamente bajo las sábanas florales que mi madre adoptiva me cosió. Pero, como muchas noches, sue?o con un lugar extra?o…

  Estoy en un paisaje brillante, con prados infinitos y un cielo dorado. A lo lejos, un palacio resplandeciente de cristal se alza entre las nubes. Frente a mí, una mujer de cabello plateado me llama con una voz melancólica.

  —Liora… mi peque?a. Te hemos estado buscando. Vuelve a casa.

  Intento avanzar, pero mis pies parecen estar atados por sombras que se alzan del suelo. Giro la cabeza, sintiendo una presencia oscura detrás de mí. La mujer alada parece alejarse más con cada paso que intento dar.

  —?Espera! ?Quién eres? ?Por qué me siento tan triste? —grito.

  Las sombras me envuelven, y despierto sobresaltada, con la respiración acelerada.

  Mi madre entra corriendo a la habitación tras escuchar el ruido.

  —?Liora? ?Estás bien, cari?o? ?Tuviste una pesadilla?

  —Era extra?o… Había una se?ora que quería que fuera con ella. Pero no sé quién era —digo, frotándome los ojos, confundida.

  Se arrodilla junto a mi cama y me abraza con ternura.

  —A veces los sue?os son solo eso, sue?os. Pero estás aquí, en casa, y nada malo puede pasarte.

  Me canta una suave canción hasta que logro calmarme y vuelvo a dormir. Pero, antes de cerrar los ojos por completo, noto algo extra?o… por un instante, siento que un resplandor emana de mí antes de desvanecerse.

  …

  El bosque que rodea Hollow Creek está envuelto en un silencio inquietante, solo interrumpido por el crujir de las hojas bajo mis botas. Las sombras se alargan a mi alrededor, como si formaran parte de mí, mientras camino con pasos calculados. La luz de la luna apenas logra delinear mi figura, envuelta en una capa oscura que absorbe cualquier rastro de luminosidad.

  —Siempre brillas, incluso cuando no lo intentas. Liora, ?por qué tienes que recordarme lo que he perdido?

  Me detengo en una colina que domina la vista de la peque?a casa donde la ni?a duerme. Desde esta distancia, la ventana de su habitación parece emitir un tenue destello cálido. Su energía es inconfundible, incluso después de tantos a?os.

  —No deberías estar aquí. Este mundo no te merece, y yo… tampoco.

  Mis hombros se relajan por un instante, y mi mirada se suaviza, como si contemplara un recuerdo lejano. Pero la dulzura desaparece rápidamente, sustituida por una furia contenida.

  —Si descubres quién eres… si tu poder despierta por completo… todo lo que he construido en Umbra colapsará. No puedo permitirme ser débil ahora.

  Mientras mi mente está atrapada en el torbellino de pensamientos, un cambio en el aire me alerta. Una vibración en el suelo, sutil pero inconfundible, recorre el bosque como un eco silencioso. Mis ojos se fijan en la apertura de un portal cercano. Retrocedo hacia las sombras, observando con cautela mientras una figura emerge del resplandor del portal.

  Se mueve con firmeza, con una postura decidida que irradia control. Está cubierto por una capa negra que oculta su rostro por completo. En su mano descansa una lámpara de aceite, cuya luz brilla con un fulgor puro, un contraste absoluto con la oscuridad que me envuelve.

  Sus dedos rozan el musgo del suelo, como si estuviera buscando algo. La energía de Liora persiste en el ambiente, como una melodía apenas perceptible en el silencio del bosque. Sin embargo, no creo que él pueda notarlo.

  Permanezco oculto entre los árboles, conteniendo la respiración. Mis ojos no pierden de vista ni un solo movimiento de este desconocido.

  —Maldita sea… ?Quién eres? —susurro con frustración para mí mismo—. Si llega a encontrarla ahora, todo lo que he construido se irá al infierno... No puedo dejar que interfiera.

  El hombre se pone de pie y fija su mirada en dirección al pueblo. Su determinación es palpable. Se queda quieto un momento más, escudri?ando el bosque como si pudiera sentir mi presencia. Finalmente, ajusta el agarre de su lámpara y empieza a caminar con paso firme hacia el pueblo.

  Cierro los ojos por un instante, luchando contra la oleada de pensamientos que me invade. ?Qué haré si la encuentra? ?Tendré que enfrentarme a él?

  Sin hacer ruido, extiendo la mano y abro un portal oscuro tras de mí. Las sombras se arremolinan a mi alrededor mientras desaparezco en ellas, dejando el bosque en un silencio expectante, con la tensión aún suspendida en el aire.

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