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Capítulo 3: Pizza

  El sonido de la puerta cerrándose detrás de él hizo que Kai soltara un suspiro largo y cansado. Dejó las bolsas sobre la mesa de la cocina y, con un ligero movimiento de cabeza, se?aló a Tharok que pusiera las cervezas que aún llevaba en la mano en la nevera, entregándole también el medio litro de helado.

  —?Puedes guardarlos ahí? —preguntó con suavidad, quitándose el gorrito que ocultaba sus orejas, sin mirarlo directamente. Luego, comenzó a doblar las bolsas vacías y a guardarlas en un cajón.

  Tharok bufó, pero no discutió. Se acercó a la nevera y abrió la puerta de mala gana, con movimientos bruscos y tensos; sus orejas erizadas mostraban su incomodidad. Sentía el frío de los envases en las manos mientras los acomodaba. Durante unos segundos, el silencio llenó el lugar, solo interrumpido por el leve tintineo de las latas metálicas al chocar entre sí.

  —No esperaba que volvieras tan rápido —dijo Kai, rompiendo el hielo con una voz baja y controlada mientras rebuscaba en la despensa; su cola se movía sin poder evitar la emoción de preparar la pizza.

  —No te ilusiones, peque?o —respondió Tharok con frialdad, cerrando la puerta de la nevera con más fuerza de la necesaria—. Solo te seguí para asegurarme de que no te robaran por el camino.

  "Sí, claro... Me la creeré, tonto", pensó Kai con ironía mientras seguía revisando los estantes.

  Sacó un frasco de salsa de tomate, un paquete de harina, algunos tomates y algo de salchicha. Colocó todo sobre la mesa, dispuesto a concentrarse en la preparación de la pizza.

  —?Te gusta la pizza? —preguntó de repente, como si fuera la pregunta más normal del mundo.

  Tharok lo miró de reojo, su ce?o fruncido más pronunciado que nunca.

  —Nunca he comido una que no sepa a cartón.

  Kai lo observó con una expresión de comprensión, luego esbozó una sonrisa y comenzó a llenar una jarra con agua. Cuando estuvo lista, se lavó las manos con cuidado.

  —Entonces tendré que hacerte una de verdad —dijo, cerrando el grifo con determinación. Buscó su delantal y se lo puso antes de comenzar a amasar; sus orejas se elevaron al sentir el contacto suave y grumoso de la masa bajo sus dedos.

  Tharok no respondió. Su mirada se perdió por un momento en el suelo, atrapado en sus propios recuerdos. Con cada parpadeo, imágenes del frío metal a su alrededor mientras comía sobras de pizza viejas y secas regresaban a su mente.

  Sus manos se crisparon ligeramente, pero forzó a su cuerpo a relajarse. Al levantar la cabeza, notó cómo Kai concentraba toda su atención en la masa, amasándola con movimientos firmes y tranquilos, pero no llegaba a obtener la consistencia perfecta. Seguro se iba a demorar un buen rato, y eso le impacientaba; su cola felina se movía de un lado a otro.

  —Lo estás haciendo mal —gru?ó Tharok, apartándolo de un empujón y tomando la masa entre sus manos.

  Kai parpadeó varias veces antes de reaccionar, y una peque?a mueca de preocupación apareció en su rostro.

  —Gracias... —Rascó un poco su brazo, inseguro de cómo continuar—. Uhm... ?Te lavaste las manos?

  Tharok se detuvo por unos segundos, volviendo la vista hacia él con el ce?o fruncido, pero no de enojo, sino de genuina confusión.

  —?Qué? ?Por qué lo haría?

  Kai soltó una peque?a carcajada y le extendió una toalla con una sonrisa divertida.

  —Es una regla básica de la cocina, Tharok —mencionó con tono ligero—. Es para que la pizza no quede sabiendo... ehm... a ti.

  El peliblanco entrecerró los ojos, analizando sus palabras para ver si debía sentirse ofendido o tomarlo como una broma. Finalmente, soltó un resoplido y chasqueó la lengua antes de dirigirse al fregadero, lavándose las manos con brusquedad.

  Cuando regresó, Kai ya estaba cortando el tomate y la salchicha con sorprendente rapidez. Tharok observó cómo cada movimiento del chico era preciso, seguro, casi instintivo. ?Cuánto tiempo llevaba preparando comida de esta manera? Se quedó mirando la masa por unos segundos y, después de un suspiro resignado, volvió a tomarla entre sus manos, esta vez con más cuidado.

  —Parece que lo hubieras hecho toda tu vida —comentó Kai mientras el sonido del cuchillo cortando los tomates llenaba la cocina—. ?Qué solías comer generalmente?

  Tharok calló por unos minutos; su expresión se endureció y parecía que se concentraba en la masa más de lo necesario. Kai, en silencio, esperaba alguna respuesta mientras seguía cortando.

  —Lo que comen los animales. Sobras, basura... y, si tenía suerte, podía hacerme huevos revueltos —contestó con una frialdad inesperada, pero sus palabras llevaban el peso de una experiencia amarga.

  Kai no respondió de inmediato. La sonrisa se desvaneció de su rostro y sus manos, aunque todavía cortaban los tomates, lo hacían con más lentitud. El silencio entre ellos no era incómodo, sino cargado de algo que ninguno se atrevía a poner en palabras.

  —Lamento que hayas vivido eso —susurró Kai, con una sinceridad que resonaba en cada palabra.

  Las manos de Tharok volvieron a tensarse; las orejas se aplastaron contra su cabeza mientras apartaba la masa que ya estaba en su punto perfecto.

  —No necesito que me mires con lástima, ni?o... —dijo, tragando saliva mientras sus brazos temblaban ligeramente. Odiaba sentirse expuesto, odiaba que alguien viera esa parte rota de él—. Eso es lo que has estado haciendo desde que llegué aquí.

  El silencio volvió a caer. Kai se detuvo, apretando el cuchillo en su mano, sintiendo el peso de las palabras de Tharok.

  "?Eso es lo que piensa de mí?"

  Su cola, antes moviéndose de emoción, ahora se quedó baja y quieta.

  —No es lástima —murmuró Kai, levantando la vista con el ce?o ligeramente fruncido. Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de confusión y determinación bajo la tenue luz blanca de la cocina.

  —?Entonces qué es? —preguntó Tharok, su tono duro, pero con una chispa de vulnerabilidad que lo hacía temblar—. ?Por qué mierda me tratas como si fuera un ni?o?

  Kai dejó el cuchillo a un lado y se acercó lentamente a Tharok, recostando la espalda en la mesa mientras lo miraba con el ce?o ligeramente fruncido. Sus brazos se cruzaron y, por primera vez, sus ojos verdes se encontraron de lleno con los de Tharok, sin rastro de la usual suavidad que los caracterizaba. Esta vez, había algo más ahí: determinación, quizás un toque de dolor.

  —Es complicado de explicar...

  —?Complicado? —Tharok apretó la mandíbula, dando un paso hacia él. Sus pupilas se dilataron levemente, las orejas en su cabeza estaban tensas, alzadas como si estuvieran a la defensiva—. ?Qué puede ser tan complicado? ?Solo dime por qué actúas así! —Su voz se elevó, resonando en la peque?a cocina.

  Kai no se movió. Se mantuvo firme, aguantando la mirada de Tharok, pero sus hombros se tensaron ante la agresividad del tono. Sin embargo, no hubo miedo en su expresión, sino algo similar a la frustración.

  —No es fácil de explicar —insistió con voz más baja, desviando la mirada hacia la masa en la que Tharok aún tenía las manos—. Es solo que...

  —?Nada de excusas, gato! —interrumpió Tharok, su voz rasgando el aire como un latigazo—. ?Dímelo ahora! ?Por qué mierda sigues tratando de entenderme? ?Por qué sigues intentando ayudarme, si ni siquiera me conoces? —Se inclinó un poco hacia adelante, invadiendo el espacio de Kai, sus ojos brillando con furia e incomprensión—. ?Por qué me miras como...?

  —Porque me recuerdas a él —soltó Kai de golpe, su voz apenas un susurro, pero lo suficientemente clara para cortar el aire entre ellos.

  Tharok se quedó inmóvil. Las palabras parecieron congelarlo en su lugar, como si de repente no pudiera procesar lo que Kai acababa de decir. Frunció el ce?o aún más, retrocediendo medio paso.

  —?A quién?

  Kai tragó saliva, sus ojos clavados en el suelo como si las palabras le pesaran en la lengua.

  —A mi hermano... —admitió finalmente, su voz temblando ligeramente al pronunciar esas dos palabras.

  El silencio que siguió fue casi doloroso. Tharok parpadeó, aturdido, como si intentara darle sentido a esa confesión. Podía ver el brillo de algo húmedo en los ojos de Kai, pero el neko se negaba a mirarlo.

  Stolen story; please report.

  —No entiendo... —murmuró Tharok, su tono más bajo, casi susurrado. La furia que había cargado en su voz se desvanecía, dejándolo con algo que sonaba más cercano a la confusión—. ?Qué tiene que ver eso conmigo?

  Kai respiró hondo, parpadeando rápidamente para contener las lágrimas que amenazaban con brotar. No quería que Tharok lo viera llorar, no después de todo. Giró la cabeza un poco, sin dejar de mirar al suelo.

  —Mi hermano era alguien increíble... —empezó con voz temblorosa—. Siempre intentaba darlo todo, siempre quería mostrarse fuerte... Nunca nos separábamos. Hasta que...

  Kai se mordió el labio con fuerza, como si las palabras fueran espinas que desgarraban su garganta. El torrente de recuerdos lo golpeó con la brutalidad de un vendaval. Podía ver a su hermano frente a él, luchando por protegerlo, el sonido de los golpes resonando en su mente.

  —Hasta que los humanos... —continuó, un gemido sofocado escapándosele sin querer. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero no hizo ningún esfuerzo por limpiarlas—. Ellos intentaron capturarnos. Mi hermano luchó con todas sus fuerzas... —Su voz se quebró, ahogada por el dolor que nunca había dejado de sentir—. Pero no lo hizo por él... Lo hizo por mí.

  Tharok seguía en silencio, incapaz de apartar la vista de Kai. Había algo en el neko, en la forma en que sus palabras lo destrozaban por dentro, que lo hacía querer retroceder y, al mismo tiempo, permanecer allí.

  —Logró ayudarme a escapar —continuó Kai, apretando los pu?os, temblando de pies a cabeza—. Y lo último que me dijo fue: "Corre". Lo hice... —Soltó una risa amarga, llena de resentimiento hacia sí mismo, llevándose una mano al cabello y halándolo con rabia, como si pudiera desahogarse haciéndolo—. Lo dejé atrás y corrí como un cobarde, escondiéndome en un callejón... Lo escuché gritar —sus pupilas se dilataron al recordar el sonido—. Los golpes, sus gemidos de dolor... Luego solo silencio...

  El peso del pasado lo aplastaba, dejándolo peque?o, como si toda la fuerza que había mantenido hasta ahora se desvaneciera de golpe.

  —Al final, se cansaron. Lo mataron —El último susurro salió en un murmullo apenas audible, pero suficiente para romper el silencio que se había formado entre ellos—. Lo dejaron ahí tirado como si fuera basura...

  El silencio que siguió fue casi insoportable. Tharok sintió la garganta seca y el estómago en un nudo. Miró a Kai, encorvado por el dolor, las lágrimas cayendo sin cesar, y no supo qué decir. La frustración de no entender del todo el peso de ese dolor lo carcomía, pero no pudo ignorar lo que veía.

  —Kai...

  No tenía las palabras correctas, ni siquiera sabía qué era lo adecuado en ese momento. Todo lo que podía hacer era estar ahí, y así lo hizo. Lentamente, levantó una mano y la posó torpemente sobre el hombro de Kai. El neko alzó la vista, sorprendido, sus ojos rojos y llenos de tristeza.

  —Tranquilo, ni?o... Ya no... —empezó Tharok, intentando mantener la calma en su tono, pero fue interrumpido.

  —Es por eso que te ayudé en ese callejón —dijo Kai, secándose las lágrimas con la manga de su abrigo, con la voz aún temblorosa—. No quería repetir la misma historia, no quería sentirme impotente de nuevo, como cuando no pude salvarlo... No podía dejarte ahí, Tharok.

  Sus palabras tenían una determinación que impactó a Tharok. Esa misma que había visto en el supermercado, pero ahora más cruda y real.

  —Kai, yo no soy tu hermano —murmuró Tharok, apretando suavemente el hombro del neko, tratando de hacerle ver que no necesitaba cargar con ese peso—. Y no creas que voy a llenar ese vacío que él dejó.

  —Lo sé... —Kai sonrió débilmente, sus ojos aún húmedos pero con algo de paz en ellos—. Pero no lo hice por eso, Tharok. Lo hice porque no quiero que nadie más sufra como él lo hizo.

  Sin decir más, Kai volvió a su lugar, retomando su labor en la cocina. Tharok lo observó en silencio, sin saber cómo reaccionar. El chico se enfocó en cortar los ingredientes, su cuerpo relajándose de a poco, dejando de temblar. Cuando terminó con las salchichas, sacó el rallador y comenzó a desmenuzar el bloque de queso con cuidado.

  —La pizza tendrá mucho queso —dijo finalmente, su tono más sereno—. Y verás que no va a saber a cartón.

  Tharok soltó un resoplido, notando cómo la tensión en el ambiente parecía disolverse con cada peque?o gesto. Algo en la forma en que Kai se concentraba en el rallado del queso lo hizo sentir... extra?o. No se trataba de compasión, pero tampoco de simple simpatía. Era más como si estuviera viendo a alguien cargar un peso que le resultaba familiar.

  Volvió la vista a la masa y la movió con más cuidado esta vez, presionándola entre sus manos con movimientos medidos. Luego de un momento, se detuvo y miró a su alrededor, buscando algo.

  —?Podrías pasarme un... aplanador? —soltó de repente, sus ojos clavados en la mesa con algo parecido a la incertidumbre.

  Kai levantó la mirada, ladeando la cabeza con una expresión de confusión.

  —?Un qué?

  Tharok frunció el ce?o, tratando de no dejarse llevar por la frustración.

  —Ya sabes... la cosa larga y redonda con la que aplastan y alargan la masa.

  Kai parpadeó un par de veces antes de que una peque?a sonrisa se dibujara en sus labios. Se agachó y rebuscó en uno de los cajones de la cocina hasta sacar un rodillo de madera. Lo levantó, agitándolo ligeramente.

  —?Esto?

  Tharok asintió, tomando el rodillo con una expresión casi cautelosa.

  —Eso... exactamente eso.

  —Eso es un rodillo —mencionó Kai con tono divertido.

  Tharok carraspeó, volviendo la vista a la masa para esconder el ligero rubor en sus mejillas.

  —Nunca fui bueno para los nombres de las cosas.

  Kai soltó una suave risa, sacudiendo la cabeza.

  —No te preocupes, nadie nace sabiendo cómo se llama cada utensilio de cocina. Lo importante es lo que hacemos con ellos, ?no?

  Tharok no respondió de inmediato. Sus manos se movían con torpeza al principio, pero luego se adaptaron al ritmo constante de aplanar la masa. La cocina se llenó del sonido repetitivo del rodillo y el suave raspar del rallador de Kai. Era un silencio diferente al de antes, menos cargado, casi... cómodo.

  —Oye, Tharok —murmuró Kai de repente, su tono casual, como si no hubieran estado al borde de las lágrimas unos minutos atrás—. ?Alguna vez has cocinado algo desde cero?

  Tharok se encogió de hombros, concentrado en la masa.

  —Aparte de quemar unas cuantas cosas y hacer un desastre en la cocina... no, no realmente.

  Kai dejó escapar una carcajada genuina.

  —Bueno, entonces es un buen momento para aprender. Y te aseguro que esta pizza será la más deliciosa que has probado en tu vida.

  Tharok levantó la vista, sus ojos entrecerrados en una expresión de ligera incredulidad. Pero cuando vio la sonrisa sincera de Kai, algo dentro de él se suavizó.

  —Más te vale —gru?ó, pero el tono era menos duro de lo que pretendía. Entonces, sin mirarlo directamente, agregó en un murmullo apenas audible—. Porque si no me gusta... te haré comértela a ti.

  Kai arqueó una ceja, sorprendido por el comentario. Pero, en lugar de responder, simplemente sonrió y volvió a concentrarse en rallar el queso, su cola moviéndose suavemente de un lado a otro.

  —Acepto el reto —respondió con calma.

  Ambos siguieron trabajando en silencio, el sonido de sus esfuerzos llenando la cocina con una extra?a sensación de colaboración. Cuando finalmente terminaron, Tharok se apartó para dejar que Kai montara la pizza con los ingredientes.

  El peque?o neko esparció la salsa con cuidado, distribuyó el queso rallado con generosidad y, finalmente, agregó las rodajas de tomate y salchicha. Había hecho un peque?o dibujo con los ingredientes que parecía un gato. Se detuvo por un momento, observando su trabajo antes de girarse hacia Tharok, que observaba la figura con escepticismo.

  —?Quieres poner el toque final? —preguntó, alzando una ceja desafiante mientras sostenía un frasco de orégano en sus manos que recién había sacado de un cajón.

  Tharok miró la pizza, luego a Kai. Su expresión era seria, pero algo más brillaba en sus ojos. Después de un largo suspiro, tomó el frasco y espolvoreó un poco por encima de la pizza con manos firmes.

  —Ahí tienes —dijo, con una especie de orgullo silencioso en la voz.

  Kai sonrió con satisfacción y metió la pizza al horno. Ambos se quedaron mirando cómo la masa empezaba a inflarse lentamente, la cocina llenándose del olor a queso derretido.

  Para ambos, esa sensación de hogar había sido lejana, pero no podían negarlo: estaban empezando a disfrutarla.

  Kai recogió los utensilios y limpió la mesa en silencio, dejando que el aroma de la pizza llenara la peque?a cocina. Tharok, aún con el rodillo en la mano, se detuvo un momento antes de dejarlo a un lado. Dio un par de pasos hacia la nevera, sacó una cerveza y volvió a su lugar, destapándola con un gesto casi mecánico. El sonido del gas escapando llenó el aire por un segundo.

  —?Quieres una? —preguntó, levantando la botella como una oferta silenciosa.

  Kai negó con la cabeza, esbozando una peque?a sonrisa.

  —No, gracias. No soy muy fan. Prefiero algo más... dulce —respondió, su mirada desviándose hacia el helado en la nevera, aunque no dijo nada más.

  Ambos se sentaron en la mesa, dejando que el silencio se acomodara entre ellos, pero esta vez sin la misma tensión de antes. Kai apoyó la cabeza sobre sus brazos, cerrando los ojos por un momento. Las orejas del chico se relajaron, moviéndose levemente hacia adelante. Parecía agotado, pero había algo en su expresión que sugería cierta calma. Sus ojos seguían ligeramente hinchados por las lágrimas, y Tharok se encontró mirándolo por más tiempo del que quería admitir.

  —?Cuánto falta? —preguntó Kai con voz somnolienta.

  Tharok dirigió la mirada al horno, donde la pizza empezaba a dorarse por los bordes. El queso burbujeaba de manera tentadora, y el aroma era lo suficientemente fuerte como para hacerlo tragar saliva.

  —Unos minutos más —respondió, desviando la vista rápidamente al escuchar el leve gru?ido de su propio estómago.

  Kai soltó una risa suave y cansada.

  —Pensé que no te gustaba la pizza.

  —No me gusta la mala pizza —corrigió Tharok con un tono seco—. Si esta sabe a cartón... —Dejó la amenaza en el aire, pero la suavidad en su mirada le restó cualquier verdadera intención.

  Kai sonrió levemente y, sin previo aviso, se acercó un poco más a él, apoyando su barbilla en el brazo mientras lo miraba con esos ojos verdes que parecían verlo todo y, a la vez, nada en absoluto.

  —No va a saber a cartón —aseguró en un susurro—. Porque la hicimos juntos.

  El comentario hizo que Tharok frunciera el ce?o, pero no pudo evitar el ligero cosquilleo en su pecho ante esas palabras.

  —Ya veremos, ni?o... ya veremos —murmuró, dando otro sorbo a la cerveza y volviendo a clavar la vista en el horno. Un "ding" resonó en la cocina. Kai abrió sus ojos cansados con entusiasmo y se dirigió rápidamente a tomar un guante y abrir el horno.

  El olor a queso y condimento se hizo aún más fuerte en el ambiente, y Tharok se mantuvo atento a los movimientos tranquilos del chico mientras se acercaba y comenzaba a cortar con cuidado la pizza.

  —?Podrías pasarme unos platos, por favor? Están en el cajón a tu derecha —soltó Kai otro bostezo mientras dejaba el cuchillo a un lado.

  Tharok estiró el brazo, abriendo el compartimento y sacando con cuidado dos platos, cerrándolo con fuerza, naturalmente acostumbrado a tratar todo con brusquedad. Le pasó los platos a Kai, quien los recibió inmediatamente y sirvió una rebanada en cada plato.

  El chico estiró el brazo, entregándole la rebanada con una sonrisa expectante.

  —?Y bien? ?Sabe a cartón? —preguntó con una chispa de curiosidad en los ojos.

  Tharok dudó un momento, observando la pizza como si intentara encontrar algún defecto en ella antes de siquiera probarla. Finalmente, alzó el trozo y le dio un mordisco. El crujido de la masa bajo sus dientes fue seguido de una explosión de sabores inesperada: el queso derretido, el tomate fresco y la salchicha bien cocida. Era una combinación que no recordaba haber experimentado antes.

  Intentó mantener su cara seria, pero el sutil movimiento de su cola lo delató.

  —No está mal —murmuró finalmente, con la vista fija en la pizza, como si temiera que si la miraba demasiado tiempo fuera a desaparecer.

  Kai lo observaba, su cola moviéndose con entusiasmo detrás de él. Cuando Tharok habló, sus ojos verdes brillaron con intensidad y una sonrisa triunfante se asomó en su rostro.

  —?Sabía que te gustaría! —exclamó, su tono tan seguro que casi hizo a Tharok sonreír. Tomó su propia rebanada y comió con entusiasmo, pero con la mirada fija en el peliblanco.

  —Deja de mirarme así —gru?ó Tharok, su expresión seria, pero no del todo enfadada. La mirada del ser grande y musculoso que estaba frente a Kai era incómoda, pero también reflejaba algo más, como si estuviera por primera vez disfrutando la compa?ía del chico.

  —Sabes, cuando era peque?o, siempre quería pedir pizza de desayuno —murmuró Kai de repente, una suave risa escapándose de sus labios antes de continuar—. Pero mi hermano nunca me dejaba. Decía que era peligroso, que podía llenarme de parásitos.

  Tharok arqueó una ceja, masticando lentamente mientras lo miraba con una mezcla de incredulidad y curiosidad.

  —?Parásitos?

  Kai asintió, sonriendo ante el recuerdo.

  —Sí. Decía que la pizza de la ma?ana estaba maldita o algo así. Nunca supe si me lo decía para asustarme o si realmente lo creía, pero... —Hizo una pausa, bajando la vista al plato—. Supongo que solo quería que comiera algo más sano.

  Tharok no respondió de inmediato. Su mirada se suavizó un poco mientras volvía la vista a la rebanada de pizza, pensativo.

  —Suena a que era un buen tipo —murmuró finalmente, su tono casi inaudible.

  Kai se quedó en silencio por un momento, sorprendido por el comentario. Luego, asintió lentamente, con una sonrisa peque?a y melancólica.

  —Sí... lo era —susurró—. Lo era.

  Las últimas rebanadas de pizza estaban en los platos, ambos comiendo en tranquilidad y sin ningún tipo de molestia. Kai volvió a dejarse caer en la mesa, cerrando los ojos en vista del cansancio que se apoderaba de él.

  —Fue un día largo... —susurró en medio de un bostezo que escapó de su boca. Apartó la rebanada empujando el plato hacia Tharok—. Si quieres, puedes terminarla... Yo ya quiero irme a dormir.

  Tharok no pudo evitar soltar un bufido en un intento de reprimir una risa.

  —Eres raro, ni?o... —suspiró, levantándose mientras observaba los ojos cerrados y cansados del chico. Tomó el plato suyo y el que Kai había dejado y los guardó en la nevera.

  Volteó a ver al neko de nuevo cuando se dio cuenta de que no se había movido. Lo encontró medio dormido sobre la mesa, la fortaleza y el optimismo que lo caracterizaban desvaneciéndose con cada segundo, dejando ver una vulnerabilidad que no había mostrado antes. Tharok frunció el ce?o, incómodo con esa imagen. Se acercó con cuidado y, después de un par de segundos de vacilación, puso su mano sobre la frente de Kai, sacudiéndolo suavemente para despertarlo.

  —Hey, en la cocina no se duerme.

  Kai gru?ó, abriendo los ojos con esfuerzo. Levantó la vista hacia él, pero no dijo nada. Tras un largo suspiro, se levantó de la silla, arrastrando los pies hacia la parte trasera de la sala, donde había un peque?o armario. Tharok lo siguió, apagando la luz detrás de ellos. Había curiosidad en sus movimientos, las orejas levantadas y la cola en alerta.

  Desde el armario, Kai sacó una cobija y una almohada, caminando torpemente hacia el sofá y dejándolas caer sobre él.

  —Descansa, Tharok... Buenas noches —murmuró con voz débil, la fatiga evidente en cada palabra. Luego, sin esperar respuesta, se giró y empezó a subir las escaleras.

  Tharok lo observó en silencio, siguiendo sus pasos con la mirada. Algo en la forma en que Kai se alejaba le resultaba... extra?o. Vulnerable.

  —Huh... Sí, dulces sue?os, peque?o —murmuró casi en un susurro, apartando la vista cuando Kai desapareció al final del pasillo.

  Entonces, dio un paso hacia el sofá, contemplando la cobija y la almohada. Acarició la tela con una mano temblorosa, sintiendo la suavidad del algodón. No recordaba la última vez que alguien se había molestado en darle un lugar donde dormir, en preocuparse por su bienestar. Se dejó caer en el sofá, incómodo, pero algo cálido se apoderó de su pecho.

  Ajustándose la cobija sobre los hombros, cerró los ojos y, antes de que se diera cuenta, las sombras del sue?o lo envolvieron.

  La noche transcurrió en silencio, pero por primera vez en mucho tiempo, Tharok no se sintió del todo solo.

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