El aroma a chocolate flotaba en el aire mientras Sukasa, Hino y Kaiyō caminaban por uno de los amplios pasillos de la Academia Arkanum. Cada una llevaba en las manos una generosa porción de pastel de chocolate, saboreándolo como si fuera un tesoro recién descubierto.
—Después del banquete, mi hermano dará un discurso —comentó Kaiyō con una sonrisa confiada, llevándose el último trozo a la boca—. Espero verlas ahí.
Sukasa asintió, los ojos brillándole de gusto.
—No te preocupes, estaremos allí —dijo mientras disfrutaba cada bocado—. ?Esto está delicioso! ?Cómo puede ser tan bueno?
Kaiyō rió con orgullo, limpiándose las migajas del labio con el dorso de la mano.
—Lo sé. Es una de las especialidades de la se?ora Fukuko. Dicen que la receta es un secreto guardado bajo siete llaves.
Tras lamerse los dedos con satisfacción, se estiró y se despidió con una leve reverencia. Su gabardina negra ondeó con elegancia mientras se alejaba a paso firme.
—Bueno, se?oritas, me retiro por ahora. Tengo algunos pendientes antes del discurso. ?Nos vemos más tarde!
Sukasa la observó irse y suspiró con una mezcla de nostalgia y gratitud.
—Nos vemos luego, Kaiyō. Y gracias por todo...
Hino, con una sonrisa traviesa, se acercó y tomó a Sukasa del brazo.
—Vamos, todavía tenemos tiempo antes del discurso Igurū. Sigamos explorando.
—Buena idea —dijo Sukasa, llevándose el último trozo de pastel a la boca—. Este lugar es increíble.
Ambas caminaron sin prisa, disfrutando del ambiente tranquilo. Los altos techos abovedados, las vidrieras que filtraban la luz dorada del sol y los símbolos antiguos tallados en piedra les recordaban cuán majestuoso era el lugar en el que estaban.
Hasta que…
—???DESPEJEN EL CAMINOOOO!!!
Un grito rompió la calma. Seguido, se escucharon pasos desbocados. Antes de que pudieran reaccionar, una figura impactó de lleno contra Sukasa, enviándola al suelo con un golpe seco. Su pastel voló en el aire... y aterrizó justo sobre su cabeza.
Por un instante, el mundo se detuvo.
Sukasa permaneció en el suelo, con la cara cubierta de chocolate y crema, el uniforme arruinado y la dignidad colgando de un hilo.
—?Heeeee...? —balbuceó, completamente en shock.
Frente a ella, un chico de cabello negro despeinado y ojos so?olientos se sobaba la cabeza.
—Auugh... lo siento, no me fijé...
Levantó la vista... y se quedó mirando el pastel en el rostro de Sukasa. Sin pensarlo demasiado, estiró un dedo, recogió un poco del dulce de su mejilla… y lo probó con una expresión de placer absoluto.
—?Mmm! ?Delicioso! —exclamó como si nada.
Silencio. Total. Sepulcral.
Los estudiantes que presenciaban la escena se quedaron boquiabiertos.
—?Lo viste...?
—?Eso fue un beso indirecto!
—?Quién es ese loco?
—Está muerto…
Sukasa parpadeó un par de veces. Su rostro pasó del estupor al rojo furioso en cuestión de segundos. No solo la había atropellado y arruinado el uniforme... ?sino que la había lamido en público!
"??Este idiota se acaba de aprovechar de mí delante de todo el mundo!? ????EN SERIO!?!?"
El calor le subió a la cabeza junto con una oleada de rabia.
—??IDIOTAAAAAA!!
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Sin pensarlo, le propinó un pu?etazo que lo mandó volando por una de las ventanas.
—?WAAAAAAAHHHH! —gritó el chico, desapareciendo en el cielo como cohete sin control.
CRASH.
Un segundo después, el ruido de una colisión confirmó que había aterrizado sobre algún desafortunado árbol.
El pasillo entero quedó en silencio. Nadie supo qué decir al principio.
—?Quién era ese...?
—No tengo idea, pero voló como veinte metros.
—?Tú crees que esté bien...?
—Esa chica tiene fuerza de otro mundo...
Hino miró a Sukasa, entre preocupada y divertida.
—Sukasa... ?no crees que fue un poco... excesivo?
Sukasa seguía temblando, los pu?os cerrados y el rostro aún encendido.
—?M-me lamió la cara! ??Cómo querías que reaccionara!?
Se cruzó de brazos, indignada.
Hino trató de contener una risa.
—Sí, pero... lo aventaste desde el cuarto piso...
—?B-bueno! Tal vez me dejé llevar un poco...
***
En el exterior…
Kuro colgaba del árbol que había amortiguado su caída, balanceándose con el viento como un adorno navide?o.
—Agh... esa chica sí que tiene carácter... —murmuró, sobándose la cabeza—. Igurū va a matarme... otra vez.
Se dejó caer del árbol, sacudiéndose las hojas. De repente, su expresión cambió.
—?Ah! ??El pastel!!
Y sin pensarlo, salió corriendo nuevamente, esquivando estudiantes y gritando a todo pulmón:
—???PASTEL DE CHOCOLATEEEEE!!!
***
Kuro estaba sentado en el comedor, saboreando al fin el tan anhelado pastel de chocolate. Cada bocado lo hacía cerrar los ojos y suspirar como si estuviera probando la ambrosía misma.
—Mmm… esto es felicidad pura… —murmuró mientras se llevaba a la boca el último trozo de pastel—. Se?ora Fukuko, si algún día me pierdo, búsqueme aquí, porque jamás abandonaré este comedor.
La se?ora Fukuko, con su habitual sonrisa cálida, se inclinó ligeramente mientras limpiaba la mesa cercana.
—No hay problema, joven Kuro. Sé cuánto te gusta, por eso te guardé una porción.
Kuro la miró con auténtica gratitud, llevándose una mano al pecho de forma dramática.
—?Le estaré eternamente agradecido! —declaró, levantando las manos al cielo—. Probar esto es como encontrar agua en un desierto... o comer después de meses de hambruna.
Giró en su silla como actor en una obra teatral, adoptando una pose solemne.
La se?ora Fukuko soltó una risa mientras negaba con la cabeza.
—Siempre tan exagerado, joven Kuro...
Pero antes de que pudiera seguir con su acto, dos sombras se acercaron sigilosamente por detrás.
—?Kuro! —llamó una voz firme.
Kuro se sobresaltó tanto que se atragantó con el pastel.
—?Ugh! —tosió, girando el cuello para ver a Igurū y Remy parados junto a él—. ?Oooh, Igurū, Remy! Qué alegría verlos chicos —dijo, recuperándose como si nada y sonriendo.
Remy le respondió con una sonrisa amable.
—También nos alegra verte, Kuro.
Kuro le gui?ó un ojo, pero al girar hacia Igurū, notó la mirada crítica que este le dirigía.
—?Y tú, Igurū...? ?No tienes nada bonito que decirme?
Igurū lo observó de pies a cabeza con expresión impasible.
—Te ves horrible.
Kuro casi se cae de la silla.
—?Esa no era la respuesta que esperaba!
Igurū se?aló su uniforme hecho un desastre.
—?Qué te pasó?
Kuro se rascó la nuca, soltando una risa nerviosa.
—Eh... tuve un peque?o inconveniente al llegar, nada serio, jeje...
Igurū entrecerró los ojos.
—Escuché que alguien salió volando por una ventana del cuarto piso por intentar pasarse de listo con una alumna de primer a?o. ?No serías tú… verdad?
El rostro de Kuro se quedó congelado en una sonrisa forzada.
"Demonios, los chismes vuelan más rápido que yo en esta academia…"
—No tengo idea de qué hablas —dijo, apartando la mirada como si eso bastara para parecer inocente.
Igurū suspiró hondo, resignado, como quien ya está acostumbrado a este tipo de situaciones.
—Da igual. Ven, te prestaré uno de mis uniformes. Y supongo que tampoco trajiste tu gabardina, ?cierto?
Kuro se encogió de hombros.
—No creí que fuera necesario, siendo el primer día…
Igurū cerró los ojos y se masajeó la sien.
—?Qué voy a hacer contigo…?
Tras un momento de silencio, volvió a la carga con voz firme.
—En fin, deja de quejarte y muévete. El discurso está por comenzar.
Kuro se tensó de inmediato, como si acabaran de sentenciarlo a muerte.
—??Qué!? ?No, no, no! Sabes que odio esos eventos... ?no me obligues a ir, por favor! —exclamó, poniéndose de pie con intención de huir.
Pero apenas dio un paso, Igurū lo atrapó de la pierna con reflejos felinos.
—Por lo menos debes presentarte. Compórtate como un hombre y ven conmigo —dijo sin soltarlo, con un tono que no admitía réplicas.
Kuro forcejeaba mientras era arrastrado por el suelo, aferrándose como podía a las baldosas.
—?Nooo, Remy, ayúdameee!
Remy, con su serenidad habitual, los observó mientras Kuro desaparecía pasillo adentro, arrastrado sin piedad por Igurū.
—Esos dos nunca cambiarán… —murmuró, sonriendo, antes de seguirlos con paso tranquilo.