[?Qué habría ocurrido si no llevase en mis venas sangre de brujos? ?Qué pasaría si viviera en una ciudad diferente a esta? Lo único que puedo afirmar es que muchos estarían vivos, otros muertos, y mi hermano estaría persiguiendo sus verdaderos sue?os. Aunque me importa mi hermano y ambos tenemos el mismo objetivo, siempre me he preguntado si esto es lo que realmente debería hacer. No, lo que realmente debería preguntarme es si mi hermano está haciendo lo que realmente quiere. Después de todo el sufrimiento que ha soportado cada vez que ha tenido que matar para seguir vivo, ojalá no haya perdido por completa su humanidad. Espero que no siga cayendo en su propio abismo. Solo anhelo que, después de todo, esto sea lo que necesita.]
Es de día. La luz que empieza a entrar por la ventana me obliga a abrir los ojos con algo de cansancio. Mientras me levanto de la cama, solo puedo pensar en todo el escándalo que hicimos ayer. Pero algo peor no deja de zumbarme en la mente: el recuerdo de cómo vi a esas dos nobles. Creo que, aunque básicamente esté lista, aún no lo estoy mentalmente. Si no fuera por Vorgath, me habría dado un ataque de pánico en pleno restaurante. Pero, aun así, no puedo detenerme por esto.
Caminé hacia la puerta de mi cuarto, dirigiéndome directamente al comedor sin prestar mucha atención a mis alrededores.
—Buenos días, Nariel —dijo una voz que me sacó por completo de mis pensamientos.
Al mirar hacia la cocina, que estaba a mis espaldas, vi a Huren, quien estaba cocinando. Parecía que se había desvelado.
—Hola, Huren —lo saludé.
Mientras más lo veía, más desordenado me parecía. Vestía una bata y una pijama blanca con estampados de conejitos blancos, que combinaban con sus pantuflas de conejo con su barba cafe toda descuidada.
—??Momento, esas son mis pantuflas?! —exclame.
—Obvio que no lo son —contestó Huren mientras se rascaba su cabello casta?o desordenado. Sirvió un poco de café en unas tazas y luego continuó hablando—. También, como a las dos o tres de la ma?ana, Yul tuvo que irse de la ciudad.
—?Y eso? —pregunté con interés.
Aunque Yul sea una persona demasiado dedicada, me parece muy extra?o que haya salido de la ciudad conociendo los peligros de afuera. Además, debió suceder algo extremadamente grave para que hiciera algo así.
—Según lo que me dijo antes de irse corriendo, hablaba de una tumba viviente y de algún brujo sin nombre.
— ?Quién sabe quiénes son esos?
—Bueno, dentro de poco me tendré que ir a trabajar, así que no les podré dar una buena despedida.
—No hay que preocuparse. De hecho, tú has hecho tanto por nosotros que no podremos agradecerte ni en cien a?os por todo lo que has hecho.
Huren, con dos platos de comida en una mano y tres tacitas de café en la otra, dijo—No tienen que agradecerme—Hizo una pausa para poner los platos en la mesa—Pero si quieren pagarme todo lo que he hecho por ustedes, por favor denle un pu?o de mi parte, ?quieren?
—Te juro por mi orgullo que les daremos a esas desgraciadas un pu?o de tu parte —exclamé mientras levantaba una mano y la ponía sobre mi corazón.
—Eso espero —dijo Huren mientras llevaba su café en una mano y se dirigía a su habitación.
Empecé a comer el desayuno mientras tenía la mente en blanco. También seguía dando vueltas a la razón por la que Yul se vio obligada a irse tan apresurada. Además, con ella fuera de la ciudad, significa que debe tomar su lugar y adoptar sus responsabilidades, pero eso es lo último que quiero.
En ese preciso instante, mientras jugaba con mi comida, sentí cómo algo duro cayó sobre la mesa, haciéndola temblar. Al mirar hacia adelante, vi el cabello blanco de mi hermano. También noté que tenía la cara hundida en una cubeta de agua, que probablemente fue la causante del estruendo.
— ?Qué rostro tienes hoy, el deforme o el imbécil? —pregunté.
Vorgath seguía con la cabeza hundida en la cubeta. Luego la levantó, mostrando su rostro totalmente normal, antes de decir la primera pregunta tonta del día—Hoy llevo el deforme porque el imbécil te lo presté.
Cierto, este es sadomasoquista. Bueno, le tocó su merecido. Sin mucha elegancia, le pegué un pu?etazo en la quijada, lo cual lo noqueó y su cabeza volvió a la cubeta de agua. Entonces, comí tranquilamente mi comida, ya que el tiempo sobraba en ese momento. Al terminar de comer, mi hermano despertó justo cuando faltaban quince minutos para irnos. Empezó a comer todo lo que podía mientras yo me ponía lo primero que encontré en el armario de mi cuarto.
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Al estar en la puerta, mi hermano no solo tenía cara de vagabundo, sino que su camisa de botones blanca le faltaban la mayoría de botones, dejando al descubierto su pecho, de no ser por una camiseta negra que llevaba debajo. Bueno, qué se le va a hacer.
Cuando ya nos disponíamos a irnos, mi hermano sacó de quién sabe dónde el mismo balde de agua fría y asquerosa de la llave. Cuando le iba a preguntar sobre eso, me tiró con toda elegancia el agua encima, para luego decir—Un poquito de agua no te haría mal. Después de todo, me sigue llegando tu aliento de vagabunda.
No le voy a tener compasión esta vez a este desgraciado. Pero antes de que pudiera romperle la cara, Vorgath comenzó a correr. Así, sin más, empecé a perseguirlo. Aunque yo era más rápida, él era demasiado escurridizo. Justamente, cuando llegó a la estación del tren, subió las escaleras. Al intentar alcanzarlo, me lanzó el balde vacío, el cual casi me hizo caer de espaldas. Justamente, vi la sonrisa pícara de Vorgath mientras levantaba el pulgar, pero para indicar hacia el lado derecho. A punto de agarrarlo del cuello para estrangularlo, las puertas del metro se cerraron, salvándose por poco el desgraciado.
Pero esto no me detendrá. Mientras el tren avanzaba, bajé de la estación. Aunque el tren me llevaba algo de ventaja, no importaba porque yo era más veloz. Con cada paso lograba estar más cerca. Vorgath solo me miraba con intriga, pero a la vez sin interés, lo cual solo encendía más mi corazón para alcanzarlo. Debido a mis pensamientos, al cruzar una calle, casi una motocicleta me lleva por delante, pero justo se detuvo antes de atropellarme.
Al rato de correr, el tren volvió a parar en una estación. Aprovechando la oportunidad, subí las escaleras de la estación y vi cómo mi hermano salía del tren con un chico que vestía ropa casual y una gorra inglesa azul. Se le veía contando unos fajos de dinero que traía.
—Hola, Nariel —me saludó mi hermano. Luego tomó del hombro al chico y dijo—: Te presento a mi buen amigo Rocnet, o mejor conocido como El Conductor.
Espera un segundo. ?Ese no era el tipo que se prendió en llamas y peleó contra mi hermano? Pensé que era más alto y que también tendría el rostro desfigurado. Pero supongo que sería algo raro preguntarle sobre eso, así que mejor me lo guardé y lo saludé.
—Hola, Rocnet. Un gusto, soy Nariel.
El chico simplemente levantó ligeramente su rostro con unos ojos de desinterés y volvió a seguir contando su dinero. Mi hermano, sin molestarse en hablar más, empezó a irse. Pero antes de bajar de la estación, dijo—Muy bien, ustedes dos vengan conmigo, que les iré explicando cómo realizaremos el plan.
Sin más discusión, Rocnet y yo comenzamos a seguir a mi hermano mientras caminaba por las calles pobladas de personas. Los vehículos que pasaban por las calles dejaban el sonido de sus bocinas. Mi hermano empezó a hablar de una manera más seria a lo que yo estaba acostumbrada.
—Lo que me parece más importante antes de comenzarles a relatar lo planeado es: ?saben lo que vamos a hacer con exactitud? —preguntó.
Rocnet, con una voz segura pero algo aguda, contestó—Capturar y torturar a las princesas.
—Vaya, hoy te superaste, Rocnet. No había escuchado una cosa tan simplista desde que me ense?aron que el fuego quema y el agua moja —exclamó mi hermano con una sonrisa—. Por favor, Nariel, diez centavos que al menos tú sí tienes dos neuronas que funcionan.
—Infiltrarnos en su círculo social —respondí.
Vorgath se detuvo y se giró hacia mí para decir—Le diste al clavo.
Vorgath continuó caminando mientras daba su explicación—Ahora el plan es volvernos cercanos a ella mientras empezamos a fracturar su cordura de distintas maneras, lo cual la hará cada vez más dependiente de nosotros. Y cuando se encuentre en el punto más bajo en el que la podamos dejar.
Mi hermano hizo una pausa mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción y malicia que sinceramente me inquietó. Luego siguió—y les juro una cosa, en cuanto se arrodille ante mi juro que a traición mi bala atravesara su cráneo.
De pronto, Vorgath dejó de sonreír, poniendo una expresión neutral, y se detuvo en seco, se?alando hacia adelante. Yo me detuve al igual que Rocnet. Ambos miramos hacia adelante y vimos un edificio que se podría decir que era parecido a un auditorio, pero mucho más imponente. A su alrededor había guardias. Entonces, Vorgath continuó caminando y, al estar enfrente del edificio, uno de los guardias se le acercó. Pero antes de que le dijera algo, sacó una credencial que llamaba cualquier palabra que iba a decir el guardia, haciendo a un lado y facilitándole el acceso.
Sin más, hice prácticamente lo mismo que Vorgath, mientras Rocnet se quedó atrás. Con las personas que pasaban a su alrededor, este desapareció.
Ya dentro, vi que había una gran multitud. Supongo que todos aquí deben ser hijos de políticos o de nobles, debido a su vestimenta tan extravagante y cara. Pero sinceramente no me interesa. Lo que importa en este momento es ver cómo nos haremos amigos de esa ni?a mimada. En ese preciso instante, sentí como alguien me tocaba la espalda. Al voltearme, vi a Vorgath con una sonrisa maliciosa.
— ?Qué pasa? —le preguntó mientras me daba la vuelta.
—Prepárate, que ya se aproxima —me informó mi hermano con un tono algo vacío.
En eso, me se?aló una camioneta negra que parecía estar ciega. De ella bajaron las dos mismas se?oritas con vestidos más simples, pero sin dejar de parecer glamurosos.
Mi hermano agarró mi mano y me llevó arrastrándome hacia donde estaban las princesas. Pero no quería. Por favor, no quería estar cerca. Por favor, Vorgath, no me hagas esto. Mientras las lágrimas se asomaban por mis ojos, mi hermano paró de caminar y, sin voltearse, me dijo—Escucha, Nariel. Si quieres, puedes dejarme el resto a mí. Solo yo soy el apropiado para hacer este trabajo. Así que, si quieres, puedes quedarte sentado y observar mi espectáculo.
?No! No voy a dejarte solo. Desde el día en que te abandoné en esa azotea, al día siguiente que te encontré, no pude encontrar emoción alguna en ti. Sé que ese día no solo yo fui la única que notó que, al abandonarte, tú también abandonaste tus emociones y tu verdadera forma de vivir, dejando solamente un vacío que probablemente nunca se llena. Pero si este deseo de matanza y venganza al menos logra liberar lo que alguna vez fuiste, entonces te acompa?aré.
Todos estos pensamientos se reflejaron en mis verdaderas palabras: Vorgath, no olvides que tú no eres el único que quiere venganza. Así que permíteme ser tu acompa?ante en este festín.
Vorgath se volteó hacia mí con una sonrisa algo siniestra que no había visto hace mucho tiempo. Me extendí la mano y agregó—Pues entonces sígueme, mi querida hermana Nariel.
—Está bien, mi querido hermano —contesté, mientras tenía claro que, incluso si tengo que seguirte hasta las puertas del infierno, lo haré sin dudar. Mientras creo un lugar mejor donde puedas vivir en tranquilidad y sin rencor, un lugar donde puedas velar por tu propia felicidad sin que estés atado al pasado. Lo jura la bruja, la única bruja sin aun ser crucificada en esta ciudad.
?Cuales son sus teorías sobre el lore de esta vaina pa ver quien da en el clavo?